Uno de los mayores retos para quienes están educando adolescentes es mantener una comunicación abierta y efectiva con ell@s.
Cuando estaba en las aulas, muchas familias me preguntaban cómo podían establecer un buen canal de comunicación con sus hij@s adolescentes.
Conseguir esto no solo fortalece la relación, sino que también proporciona a tu adolescente el apoyo emocional y orientación que necesita.
Un ambiente abierto a la escucha es esencial para cualquier conversación significativa con ell@s. Se trata de prestar atención total a lo que tu adolescente dice sin interrumpirlo, juzgarlo ni ofrecer soluciones inmediatamente (¡sé que no es tan sencillo como parece!). Este enfoque ayuda a los adolescentes a sentirse valorad@s y comprendid@s.
Consejo práctico: cuando hables con tu adolescente, mírale a los ojos, asiente con la cabeza y haz preguntas abiertas como "¿y cómo te sientes sobre esto que te ha pasado?". Estas señales le demuestran que estás comprometido con la conversación.
L@s jóvenes necesitan un espacio seguro donde puedan expresar sus pensamientos y emociones sin miedo a ser criticad@s. Evita darles respuestas que puedan parecer críticas o condescendientes y, en su lugar, muestra comprensión sobre la importancia que ell@s dan a lo que te cuentan.
Consejo práctico: Responde con frases como "entiendo que esto sea difícil para ti" o "me interesa saber más sobre cómo te sientes al respecto". Esto fomenta un diálogo más fluido y auténtico, les ayuda a sentirse acogid@s.
La honestidad es fundamental para construir confianza. Comparte algunas de tus propias experiencias y errores para que tu adolescente vea que es normal equivocarse y aprender de esas experiencias.
Consejo práctico: Es de gran ayuda decirles cosas como "cuando tenía tu edad, también me sentía así" o "no siempre tengo las respuestas, pero podemos encontrar una solución juntos". Esto humaniza tu relación y facilita la comunicación.
Por otra parte, recuerda que l@s adolescentes necesitan límites para sentirse segur@s, pero también necesitan espacio para desarrollar su independencia. Explica claramente las reglas y las razones detrás de ellas, y mantente dispuest@ a escuchar su punto de vista.
Consejo práctico: Involucra a tu adolescente en la creación de normas en casa o en el aula. Pregunta: "¿qué piensas de esta norma? ¿cómo podemos ajustarla para que te parezca más justa?" Esto les hace sentir parte del proceso y se muestran más dispuest@s después a cumplir las reglas.
La tecnología puede ser una herramienta útil para mantener la comunicación con ell@s (sí, has leído bien, la tecnología no solo presenta inconvenientes a su edad). Los mensajes de texto o apps de mensajería pueden facilitar la conversación con ellos cuando no están en casa. Por cierto, sobre este punto abriremos debate en próximas publicaciones de este blog.
Consejo práctico: Usa la tecnología para enviar mensajes de apoyo o interés, como "estoy pensando en lo que me explicaste, ¿cómo va tu día?". Este pequeño gesto puede tener un gran impacto.
La comunicación con adolescentes puede ser desafiante y requiere tiempo, pero es muy gratificante cuando consigues conectar. No te desanimes si no ves resultados inmediatos. La paciencia y la persistencia son claves para construir una comunicación efectiva y duradera.
Mejorar la comunicación con l@s adolescentes de tu vida, ya sean hij@s o alumn@s, es un proceso continuo que requiere esfuerzo, empatía y mucha paciencia. Al adoptar estas estrategias, puedes crear un ambiente de confianza y apoyo que les permitirá sentirse escuchad@s y comprendid@s. Vale la pena.
Recuerda, el objetivo es fortalecer la relación y ofrecer el apoyo necesario para que tu adolescente pueda surfear las olas de esta etapa crucial de su vida con más seguridad y confianza.
Hoy quiero compartir una experiencia de cuando era tutora de 6° de EP. Uno de mis alumnos, recién llegado de su país a toda prisa a mitad de curso por circunstancias que obligaban a ello, solía permanecer con su abrigo puesto durante todas las clases (y no, no era por frío).
Cuando los profesores le insistían en que se lo quitara, él lloraba al hacerlo y no participaba en clase. En mi aula decidí ofrecerle la opción de llevarlo puesto hasta que se sintiera seguro y cómodo para quitárselo.
¿Por qué lo permití?
Después de hablar con él, entendí que ese abrigo representaba una barrera protectora en un entorno nuevo y desconocido. No era solo una prenda, era un escudo emocional. A veces, los/as niños/as necesitan sentir que tienen el control sobre su espacio personal antes de abrirse a los cambios. O un mínimo de control sobre algo, dadas sus nuevas circunstancias.
El resultado
Después de decirle que le entendía y podía a su ritmo decidir el momento de quitárselo, en menos de 5 minutos, con total calma y sin presión, se lo quitó. Se sintió seguro y respetado. Ese pequeño gesto de confianza le hizo sentir la diferencia que necesitaba para empezar a adaptarse. Le felicité por el esfuerzo.
Cuando un/a niño/a se siente escuchado/a y entendido/a, su nivel de confianza y disposición para aprender aumenta. Esta es una herramienta educativa poderosa: ofrecer un entorno donde se sientan seguros y seguras, validando sus emociones y necesidades, incluso si es para decirles a algo que NO (límites y normas son esenciales).
¿Y qué pasa con otros elementos como gorras o comparaciones con los demás alumnos?
Es cierto que podría cuestionarse si esta misma flexibilidad se aplicaría a otros casos, como el uso de gorras por ejemplo. Sin embargo, la clave aquí no es la prenda ni la norma en sí, sino lo que simboliza para el niño en una situación fuera de lo habitual.
Cada caso es único y como educadores debemos ser receptivos a ciertas circunstancias personales de nuestros estudiantes. En este caso, el abrigo era una necesidad emocional, no un simple capricho o desafío. Es importante ser consciente de ello y transmitirlo para evitar agravios comparativos con otros alumnos.
Si estás educando y te apetece comentar, ¡te leo! ¿Cómo lo hubieses gestionado tú?
© RaquelPérezCoaching. Derechos de autor. Todos los derechos reservados.
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